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5 aprendizajes que me han cambiado, tras 3 meses viajando por Asia

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“Viajar es añadir vida a la vida”

Cuando viajo siento que el tiempo se estira. Quizás es porque cada día está lleno de “muchas primeras veces”. La primera vez que huelo una especia, que pruebo un plato de comida, que veo ese paisaje, que escucho un instrumento o hablo con una persona nueva.

Todos los sentidos están a flor de piel, cada momento es intenso y VIVO EL MOMENTO PRESENTE.

Necesitaba un reset después de varios años de intenso trabajo, donde los objetivos profesionales ocuparon siempre el puesto número uno. Así que decidí darme un tiempo, descansar, tomarme la vida con más calma y tener la oportunidad de disfrutar de tantas y tantas cosas que me encantan y, “por falta de tiempo”, nunca hago.

Preparé la mochila y me fui rumbo a Asia. Y durante los últimos 3 meses he estado recorriendo países como Singapur, Indonesia, Tailandia o Myanmar.

He tenido tiempo para convivir con la gente local, aprender de sus tradiciones, cultura e incluso su manera de cuidar de la salud y del cuerpo. Incluso aportar un poquito de lo que sé impartiendo clases de inglés en un colegio en Tailandia como voluntaria. También he recorrido playas preciosas, impresionantes terrazas de arroz o volcanes activos. He conocido muchos otros viajeros, cada uno con una historia y con una manera de vivir diferente. ¡Hay muchos caminos! Tantos como personas, aunque nos lleven a todos por el mismo sendero.

Sin duda ha sido uno de esos viajes que te transforman, que dejan una huella ahí, difícil de ignorar. Así que quiero compartir contigo algunas de las ideas que más impacto han tenido en mí y que tienen que ver con nuestra salud y bienestar. Quizás alguna resuena contigo y te lleva a tomar acciones diferentes o, al menos, a reflexionar sobre ello.

1. Vibrar e irradiar energía tiene que ver con cómo cuidas tu templo

Una de las misiones de Respira Pilates siempre ha sido romper la idea de que para estar en forma hay que machacarse y sufrir. Hace tiempo que descubrí que hay otras maneras de hacer ejercicio, más agradables y respetuosas con nuestro cuerpo.

Sin embargo, durante este viaje he experimentado el movimiento de mil y una formas diferentes.

Nada más iniciar mi viaje empecé a tener unos dolores muy fuertes en la zona cervical. Algunos días me despertaba sin poder mover a penas el cuello y notaba los músculos completamente rígidos.

Lo que más me sorprendía es que me estuviese pasando esto así de repente. Nunca había sentido este dolor y no había hecho ningún esfuerzo ni había tenido una caída. Nada de nada.

Así que pasé dos semanas preguntándole a mi cuerpo: “¿qué sucede? ¿qué necesitas?”

Puede parecerte un poco loco esto, pero de veras que cuando aprendes a escuchar a tu cuerpo, él mismo te da las respuestas.

Quizás tu mente te dice “venga, ponte bien, que tienes que hacer esto o lo otro. Tómate un ibuprofeno y listo.” Pero si te tomas el tiempo de escucharlo y respetarlo, sabrás qué hacer.

Y lo que me pedía era que me tumbase en el suelo, que realizara movimientos lentos, soltando mi peso, descargando la tensión, estiramientos mantenidos en el tiempo. E incluso me compré una pelota de tenis para hacerme automasajes.

Apagué mi mente, me olvidé de las rutinas de ejercicio y simplemente fui explorando movimientos y posturas que me calmaban. Fue todo un proceso de escucha, de paciencia y respeto.

Además de esto iba a clases de meditación y estiramientos. Por supuesto que me apetecía salir a recorrer nuevos lugares y hacer actividades más guays, pero esto era lo que necesitaba en ese momento.

Después de dos semanas ya me sentía como nueva, podía mover el cuello con total libertad y hasta la fecha no ha vuelto a molestarme en absoluto.

Y he podido hacer rutas de varios días de senderismo cargando la mochila, surf, danza, pilates, yoga, artes marciales como Pencak Silat y Kung Fu, o ecstatic dance.

El ecstatic dance es una sesión con música para que bailes completamente libre, sin pautas, sin coreografías. Simplemente dejas tu cuerpo ir y moverse al ritmo de la música. Todo vale. Todo está bien. Es como bailar frente al espejo de tu casa, algo que me encanta hacer, pero rodeada de muchos nuevos amigos.

Haber experimentado en tan poco tiempo tantas actividades nuevas me ha hecho ver claramente que ya no encajan conmigo las rutinas cuadriculadas de ejercicio. Cada vez disfruto del movimiento de una manera más libre. Donde precisamente el objetivo es ese: disfrutar, dejarte llevar, sentirte.

No necesito ir al gimnasio ni hacer 3 series de 15 repeticiones de cada ejercicio. Me he sentido con una energía desbordante, fuerte, ágil y libre para confiar en mi cuerpo probando nuevas formas de moverme. ¡Me siento más en forma que nunca!

2. La comodidad de nuestro entorno nos atrofia

Nuestra casa, oficina, el modo de desplazarnos, etc, todo está pensado para que no tengamos que hacer ni el más mínimo esfuerzo físico. ¿Te imaginas que hubiese una máquina que razonase y tomase decisiones por nosotros? ¿Qué crees que le pasaría a nuestro cerebro?

Todo lo que no se usa o se pierde o se atrofia.

Durante el viaje por Tailandia visité un pueblo de la etnia Karen. Es un pueblo apartado y muy muy humilde. Se dedican a cultivar el campo de manera manual, no hay apenas máquinas, y tienen una cultura y lengua propia. Muchos de ellos no hablan ni siquiera Tailandés, lo que les aísla aún más.

Pero lo que más me impactó fue conocer al líder de pueblo, este hombre de 103 años. Fíjate en su postura. Difícil ver a nuestros abuelitos en esta postura ¿verdad? ¡Qué digo abuelitos! Difícil ver a la mayoría de nosotros en esta postura, sin importar la edad.

En nuestra sociedad estamos acortados, rígidos, débiles.

Y gran parte es por el entorno en el que vivimos.

En sus casas no hay sillas ni mesas. Se sientan a descansar en el suelo, comen en el suelo, duermen en el suelo. Cocinan o tallan madera de cuclillas. Incluso descansan en esta posición. Y esta variedad de movimientos que realizan a diario simplemente para hacer sus tareas cotidianas les sirve para mantenerse ágiles y flexibles. Sin necesidad de sacar tiempo para ir al gimnasio.

Sentarse en el suelo es uno de los mejores ejercicios que puedes hacer cada día. Y no necesitas dedicar tiempo extra. Simplemente tómate un café, consulta el móvil o lee sentada en el suelo. Ganarás flexibilidad y movilidad en tus rodillas, caderas y columna.

3. Menos es más

Durante 3 meses he viajado con una mochila de 46 litros, del tamaño de una maleta de equipaje de mano. Y no he echado en falta nada.

Todo lo contrario, viajar con tan pocos objetos materiales me ha liberado en tiempo, espacio, peso y preocupaciones.

Pasar por pueblos como este de Tailandia, o caminar 3 días recorriendo pueblos en Myanmar, alojándome en casas locales, me ha hecho ver qué poquito necesito para vivir y cuáles son las cosas verdaderamente importantes.

Estar rodeada de exceso me quita tiempo y me resta paz. Exceso no solo son las cosas materiales, también lo es la lista de tareas y obligaciones interminables que nos ponemos.

Y aún así queremos hacer malabares para sacar más tiempo y meter más cosas en la agenda. Cuando quizás, la tarea principal debería ser quitar, eliminar tareas, y quedarse solo con las que tienen un impacto positivo en nuestra calidad de vida.

Algo que me ha hecho sentir muy afortunada es darme cuenta de que puedo tomar esta decisión de llevar una vida minimalista de manera consciente y no por una cuestión de necesidad.

He escuchado demasiadas veces “fíjate estas personas, qué poco tienen y qué felices son”. No sé cuánto de felices son, pero si sé que cada persona debería tener la oportunidad de decidir cómo quiere vivir en lugar de ser una imposición.

4. Conectar con mi cuerpo para recuperar mis ritmos biológicos

Viajar me permite re-conectar con mis propios ritmos. Habitualmente es mi agenda la que manda, la que determina a qué hora comeré, en qué momento podré sentarme a descansar o cuántas horas tengo para dormir.

Viajando esto cambia. Estoy mucho más atenta a las sensaciones que lanza mi cuerpo. Cuándo tengo hambre, qué comer según me siento en ese momento, o descansar cuando lo necesito.

Obviamente esto no es tan simple de seguir con los horarios de trabajo, pero te puedo decir que, ya inmersa en la vida normal, siento como si mi cuerpo se hubiese auto-regulado de alguna manera y soy mucho más consciente de este tipo de sensaciones.

Así que uno de mis objetivos es seguir prestándole atención y así evitar comer por comer (los típicos picoteos cuando ni siquiera tienes hambre) y tomarme pequeños descansos en lugar de forzarme a seguir y seguir. Por parar unos minutos no se acaba el mundo, pero lo que gano en bienestar es mucho.

Por cierto, esta escucha no solo es hacia el cuerpo, también hacia los pensamientos, emociones o cómo reacciono ante lo que sucede. El viaje es un espejo en el que mirarte. El día a día también lo es y tras estas semanas soy mucho más consciente de ello.

5. Somos muy afortunados y no lo aprovechamos

¡Tenemos todas las posibilidades del mundo delante de nosotras y ni las aprovechamos!

He conocido a personas extraordinarias, inteligentes, buenas y llenas de ideas que me han dejado sin palabras. Y al mismo tiempo tenía que guardarme toda la frustración que sentía al escuchar sus historias, muy duras algunas veces, y ver que no tienen ni la oportunidad de intentarlo. De estudiar, de salir más allá del pueblo, o de conseguir un empleo para ayudar a su familia. Las posibilidades que tienes dependen del lugar en el que naciste.

La libertad que tenemos significa RESPONSABILIDAD. Ser responsables de nosotros mismos, del tipo de vida que llevamos, de nuestros logros, de nuestra salud o de nuestro bienestar con las pequeñas acciones y decisiones que tomamos cada día.

Y tras todo este camino lo que siento es que son muchas más las cosas que nos unen que las que nos separan.

Estos han sido mis aprendizajes a lo largo de los últimos meses. ¿Cuáles han sido los tuyos? 🙂 Te leo en los comentarios.

Si quieres que te acompañe y compartir conmigo tu viaje hacia un estilo de vida más activo y saludable te espero en el estudio online Respira Pilates.

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4 comentarios en «5 aprendizajes que me han cambiado, tras 3 meses viajando por Asia»

  1. ¡Somos muy afortunados y no lo aprovechamos!! Qué fantástica conclusión Ana.

    He querido leer de nuevo este artículo antes de entrevistarte esta tarde para lo que será una entrevistas fantástica pues estamos super conectadas al cuerpo, a las emociones y AHORA también a nuestra pasión de viajar para abrirse y dejarse penetrar por esta maravillosa vida que nos rodea.

    ¡¡Te espero en mi plató de televisión que tan amablemente nos cede Facebook!!

    Millones de gracias por SER una más y enseñarnos a cuidar nuestro cuerpo más y mejor

    Responder
    • Qué gustazo Ana conocer a personas como tú, con las que crecer juntas. Me inspiras y despiertas mi admiración.
      ¡Gracias por tu entrevista y por todo lo que compartes!
      A ver si coincidimos por tierras lejanas en algún momento 🙂

      Responder
  2. Hola, Ana!! Me ha encantado leerte, como siempre.
    Me siento muy identificada con las sensaciones que tienes al viajar. Siento que, cuando viajo, los días pasar rápido pero vivo más intensamente que en todos los meses previos porque acumulo experiencias, sensaciones y me escucho. Qué importante es que eso mismo aprendamos a extrapolarlo a la vida diaria para que lo que llamamos VIVIR, con mayúsculas, no se limite a vacaciones y viajes.

    Responder
    • ¡Qué bonito Merche! Me encantó leerte y me siento identificada con tus palabras.
      Estoy contigo en que aprendamos a VIVIR cada día (y a escucharnos).
      Un abrazo!!

      Responder

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